DIOS SE COMPLACE EN SUS HIJOS

Esta es un arma poderosa para cada seguidor de Jesús: ¡Clama! Clama con todo tu corazón como lo hizo David (ver Salmos 34:6). Ve al Señor y confiesa tu pecado y apela a su misericordia, diciendo: “Señor, yo sé que me amas y estás listo para perdonarme. Me arrepiento delante de ti en este momento”.
En el mismo instante en que confiesas, estás en orden con Dios. Es inútil pensar que puedes pagar alguna suma por tu pecado. Dios te ama tanto que dio a su Hijo, Jesús, quien ya ha efectuado todo el pago. Tu misericordioso y amoroso Abogado anhela ayudarte y liberarte: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". (1 Juan 2:1).
Paseaba junto a mi pequeña nieta, Tiffany, mientras ella caminaba sobre un muro bajo de concreto. La sostuve por detrás para evitar que se cayera, pero ella trató de alejar mi mano. Eventualmente la solté, y ella se cayó, aunque sin lastimarse. Cuando cayó, yo no la abandoné, por supuesto. Yo no dije: “Mira lo que hiciste. ¡Ya no eres mía!” Ningún abuelo amoroso lo haría.
El Señor me mostró a través de esa experiencia: “David, tú das tanto amor por esta niña. Pero a veces no me permites amarte de la misma manera. Te hinchas de orgullo por tus hijos, pero a veces no me permites enorgullecerme de ti”.
Escuché al Señor decir una palabra tierna a mi corazón. Él dijo: “Hijo, tú me bendices. ¡Bendices mi corazón!” Nadie me ha dicho algo mejor en mi vida. Y yo sé que esta palabra en particular es verdad. Dios se complace en sus hijos (Salmos 147:11).