JESÚS RESPONDE A UN SIMPLE TOQUE

Mientras Jesús caminaba con Jairo, un principal de la sinagoga de Capernaum, camino a su casa para sanar a su hija, una mujer que sufría de hemorragia crónica los abordó. Durante doce años ella había sangrado sin cesar y estaba muriendo lentamente. Lucas, un médico, escribió que ella “había gastado en médicos todo cuanto tenía y por ninguno había podido ser curada” (Lucas 8:43).
La ley judía declaraba a tal mujer “ceremonialmente impura”. Esta mujer acudió a muchos doctores, los cuales tomaron su dinero y le prometieron curarla; pero cita tras cita, ella volvía a casa desanimada y su dolencia empeoraba más y más. En cierto punto, esta mujer debe haber pensado: “No vale la pena, mi condición no tiene remedio. Voy a continuar sufriendo hasta que muera lentamente”.
Tristemente, multitudes de cristianos están haciendo justamente lo que esta mujer hizo. Corren a cualquier lugar que ofrezca una respuesta y viven bajo una nube de temor debido a su “impureza”. Quizá esto te describe a ti. Has vivido con un pecado acechante por tanto tiempo, y piensas: “¿Qué pasa con mi horrible historia de pecado? Si Jesús sana completamente, entonces debe haber algo mal conmigo. No pertenezco a la iglesia. Es un lugar santo y yo no estoy limpio”.
En Marcos 5, vemos a esta sufriente mujer intentándolo una vez más, persistente y llena de esperanza. Pero esta vez, en lugar de ir al doctor, quien no podía curarla, ella tocó el borde del manto de Jesús. Cuando lo tocó, el Señor y Creador del cielo y la tierra, hizo un pausa por un momento ¡e instantáneamente la sanó! Él quería hacer uso de ese momento para quitarle públicamente su reproche y mostrarle que su fe la sanó. Jesús quería aliviar a esta mujer de su sentimiento de contaminación.
Persiste con fe y toca a Jesús por ti mismo, como lo hizo esta mujer. Él te sanará. Si estás cargado y con un corazón adolorido, descárgalo en Jesús. Luego, encomienda todo en sus manos. ¡No temas, sólo cree!